domingo, 3 de mayo de 2009

El rol docente

Por Edmundo Mario Zanini

Siento que compartir con un compañero su preocupación por el rol docente en la lucha popular y de los trabajadores es un tema que me excede. Tal vez porque estoy en tiempos personales de replantearme sobre qué hacer en orden a mi trabajo como profesor y hasta dónde se puede aportar en el lento y oscilante camino hacia el socialismo.

Estoy bastante seguro, por ejemplo, de que es ilusoria e indeterminante la vieja noción de “maestro apóstol” que guía a los niños (y así, finalmente, a su pueblo) hacia el bien y la verdad. Como si pudiese ser un ser luminoso (por eso lo de “alumnos” – “los sin luz” – para aquéllos a los que debe enseñar) e “iluminado” por quien sabe qué sabiduría divina. No me creo (ni acepto que nadie se crea) semejante simpleza. Tengo en claro, también, que no son tiempos de héroes ni de mesías.

Tampoco de mártires ni abanderados. Pienso, en cambio, que sería un aporte fantástico que los enseñantes pudiésemos constituirnos en “animadores”, en “estimuladores” del compromiso de los más jóvenes por la política. Con esa, que tal vez debiéramos escribir con mayúscula para diferenciarla de las lamentables prácticas de muchos candidatos, desesperados por capturar una representación en las más inmediatas elecciones, como si la vida terminase mañana. Y como si nuestro pueblo no hubiese dicho nunca, y hace en realidad tan poco, “¡que se vayan todos!”.

Creo entonces que es en la vida escolar cotidiana que cada trabajador de la educación debiera poder (y el tema crítico es, justamente, de dónde sacar fuerzas para hacerlo) sostener la coherencia de un discurso libertario y liberador, con prácticas de la misma naturaleza. Denunciar las trampas y las debilidades de nuestra sociedad, junto con las suyas propias, dispuesto además a superarlas a cada instante.

Capaz de plantear con más decisión sus dudas que sus certezas. Y de no perdonar allí dónde duela cerca antes que ensañarse con el enemigo caído, porque, más allá del piadoso principio cristiano, está el comprender, aceptar y difundir que no hay mayor conflicto que aquél que nosotros mismos vamos provocando.

Y que no hay mayor bien que el de ser capaz de reclamar para otros los beneficios de nuestro propio trabajo, estando dispuestos a renunciarlos a favor de ellos.

2 comentarios:

  1. María Elisa Casaboné3 de mayo de 2009, 19:24

    Llegó a mis manos el Rojo Suburbano en versión impresa. Una vez ya envié una misiva por temas ligados a la crisis agropecuaria.
    Hoy, leyendo el artículo del profesor Edmundo Zanini recordé el "Que se vayan todos".
    Eso sucedió por que el gobierno del momento le "tocó el bolsillo" a la "gente como uno", pero el pobre no tenía nada, y ya nada más le podían quitar.
    Quienes más gritaban, ahorristas ellos, acallaron sus voces cuando recuperaron sus bienes.
    Hoy, de otros modos, vuelven a cuidar celosamente sus bienes, pero nadie piensa en los más desprotegidos, en los que tienen ingresos salariales apenas para vivir miserablemente.
    Es el egoísmo de ciertas personas, por que al fin y al cabo la clase política no se fue toda, ellos mismos los volvieron a votar.
    Así, cada vez hay más pobreza pero se trata de ocultar.
    Y la rueda gira y gira, pero nadie piensa en los postergados que desean, y merecen, vivir dignamente.

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  2. Cuánta razón tiene María, y qué magníficas palabras las del señor Edmundo Zanini a la hora de escribir este artículo.
    Cito un fragmento sustancial, referido a la práctica de la política: "Con esa, que tal vez debiéramos escribir con mayúscula para diferenciarla de las lamentables prácticas de muchos candidatos, desesperados por capturar una representación en las más inmediatas elecciones, como si la vida terminase mañana". De ése concepto no se salva NADIE, ningún dirigente de ningún partido político. es muy buena oportunidad para que gente como la que reflexiona de este modo reciban el acompañamiento necesario para intentar hacer algo nuevo en esta triste política argentina.

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